Quienes ingresan en la disciplina de la hermenéutica evocan por costumbre al dios Hermes de los caminos, que, yendo de un lado a otro, lleva las razones dirigidas por los dioses a los mortales, y viceversa. Llevado al título de este libro, el caduceo de Hermes significa alegóricamente esa vara mágica, ese bastón con el que acompasa su propia marcha al intervenir en los dominios de la comunicación. Escrito en el registro de una pluralidad de perspectivas, el libro pone en primer plano los campos de realización de la hermenéutica, a saber: la teoría y la aplicación.