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“Nuestro siglo ha sido marcado en manera peculiar por el anuncio de la misericordia de Dios lo que caracteriza a nuestro siglo es rechazado del pecado, no en el sentido de que no se peca, sino en el sentido de que el pecado no existe. Suele decirse que no hay pecado, como al igual que no hay Dios, o por los menos que no se ocupa de nosotros. Este quizás es el pecado más grande. Este es el pecado de nuestro tiempo contra el Espíritu Santo. El hombre no se doblega ante Dios y dice “no tengo necesidad de tu misericordia, pues soy un hombre justo, me basta mi conciencia”.